“Hay que vivir con hambre de superación y con agradecimiento”
Desde que tenía un año de edad, Enhamed Enhamed (Las Palmas de Gran Canaria, 1987) empezó a perder de forma progresiva la visión, a consecuencia de un glaucoma. La invidencia fue total al cumplir ocho años, aunque él lo dice de un modo revelador: “A los 8 años gané la ceguera”. Y a los 9 descubrió la natación, que cambió su vida para siempre: en el agua se sentía libre y seguro, y trasladó esa mirada íntima agradecida a todos los órdenes de su vida. Multimedallista paralímpico
-cinco oros en Pekín 2008-, coach deportivo y orador motivacional, Enhamed será uno de los participantes en el evento multiconferencia De los Pies a la Cabeza.
- ¿Qué es la verdadera oscuridad?
De forma literal, la ausencia de luz… Pero, en mi caso, la oscuridad como tal no existe porque mi cerebro genera de forma constante imágenes de lo que está ocurriendo a mi alrededor. Tal vez si es de noche y yo estoy en mi habitación con la luz apagada, mi cerebro interpreta más oscuridad, pero nunca es total. Para mí la oscuridad literal, en mi caso, es el silencio. Los silencios son oscuros. La gente dice que descansa cuando la rodea el silencio… Yo descanso con el ruido de la naturaleza, con la gente, con el ruido de la vida. Para mí el silencio es ausencia de todo.
- ¿Y qué es la ceguera real? ¿Cuándo está una persona verdaderamente ciega?
Cuando no somos capaces de ver lo bueno que hay en nuestra vida. Cuando no somos capaces de ver más allá de las circunstancias que nos impiden avanzar… Y, principalmente, cuando no somos capaces de ver que somos mucho más que nuestras circunstancias. Ese tipo de ceguera, además, no nos afecta solo a nosotros mismos, sino que la transmitimos a los demás: una persona que no sea capaz de ver su potencial, que es más grande que las circunstancias, tampoco podrá ver eso en mí.
- Siempre hay una luz que nunca se apaga, decía una célebre canción. Es como decir: siempre hay más de lo que nos parece a simple vista.
Siempre hay una luz, por supuesto, más allá de verla o no verla. Siempre hay una luz en nuestros actos, en nuestras palabras. Me suele pasar a menudo que escucho discursos que suenan muy bien y son atractivos, pero en el fondo no te transmiten nada de luz.
- ¿Cómo distinguir las palabras que sí iluminan?
Para mí, son aquéllas que tienen claridad de pensamiento y, sobre todo, claridad en las intenciones.
- ¿Cuál es la clave para que quien habla desde una experiencia personal, como en tu caso, llegue a gente con experiencias muy diversas?
Creo que hay que saber comunicarlo pero, sobre todo, hay que sentirlo. Si uno no lo vive, no lo siente, cuesta transmitirlo. Quienes lo hacen, marcan la diferencia.
- “Yo no cumplo años, cumplo objetivos”, sueles afirmar.
En el fondo, se trata de sumar más años a nuestra vida o más vida a nuestros años. Los objetivos son los que te permiten mantenerte en una misma dirección a través del tiempo y, así, sumar más vida a tus años. Hay gente que dice que tiene, por ejemplo, 10 años de experiencia en algo… Y en realidad igual lo que tiene es un año repetido diez veces.
- ¿Cómo se combate esa deriva?
A veces, sin quererlo entramos en una especie de automatismo, de hábito, de limitarte simplemente a estar, hacer las mismas cosas, hablar de las mismas cosas, vivir las mismas cosas, estar con la misma gente… Y eso, al final, no te permite crecer. El cerebro necesita nuevas experiencias. Y si el cerebro no tiene nuevas experiencias, al final desconecta y utiliza menos recursos porque, en el fondo, siempre trata de economizar.
- Otro concepto vertebral en tus mensajes es la ¿Qué es la resiliencia? ¿Cómo se puede practicar en el día a día?
La resiliencia, para mí, es la capacidad de sobreponerte a las cosas que ocurren. No solo sobreponerte y volver al estado anterior, sino incluso aprovecharlas para tu beneficio. Lo que creo que recorre por debajo de la resiliencia es el agradecimiento. Si tú no agradeces la situación en la que estás en este mismo momento -y esto se relaciona con lo que hablábamos antes sobre la ceguera-, nunca le vas a encontrar las ventajas. Las cosas nunca son del todo buenas, malas o peores. Simplemente son. Hay situaciones en la vida que generan dudas: la pérdida de un ser querido, una discapacidad sobrevenida… Pero nosotros decidimos qué hacer con esas circunstancias. Y para eso tenemos un cerebro.
- Tú te enfrentaste a esa situación al quedarte ciego siendo niño. Y encontraste el camino en el agua… precisamente el medio más ajeno u hostil al ser humano
Puede que suene paradójico, sí, pero es que el agua te da una libertad… No hay obstáculos. Sobre todo en la piscina: sabes que mide 25 o 50 metros, sabes lo que hay, lo que no hay. Para un niño tan inquieto como lo era yo, que iba siempre corriendo a todas partes y a veces me comía las paredes, el agua me permitió moverme con una libertad que no podía encontrar en tierra. En mi caso se convirtió en mi salvación, en un auténtico camino.
- Uno tiende a pensar que un golpe como ese, una ceguera sobrevenida, tiene que ser muy difícil de asumir
Nadie se puede poner en el lugar de alguien a quien le ocurre algo así. No podemos imaginarnos sin brazos o ciegos o en una silla de ruedas… aunque nos escayolen los dos brazos o nos tapen la visión. El cerebro es muy listo y sabe que es temporal. A mí me costó años entender que no es lo mismo ser un ciego amateur que un ciego profesional. Un ciego amateur es el que cierra los ojos y trata de ponerse en nuestro lugar, lo cual es bonito y honra a las personas porque están haciendo un esfuerzo por comprender, pero su percepción no se ajusta a la realidad. Y, por eso, tampoco se ajustará lo que esa persona piense que yo, ciego, puedo hacer o no puedo hacer. Como se dice, cada uno somos la media de las cinco personas que nos rodean. Y hay que tener mucho cuidado de con quién nos rodeamos, sobre todo en los momentos difíciles. Al final, ellos te transmiten sus miedos, sus preocupaciones. Que seguramente vienen desde el amor, no desde la negación o la imposición… pero precisamente porque te quieren, quieren protegerte. Y, al final, la sobreprotección mata a las personas.
- ¿Cuál es el mensaje vertebral que quieres transmitir a quienes te escuchan?
Básicamente, que tenemos que tener hambre, hambre de superación. Simplemente intentar hacer algo más hoy de lo que hicimos ayer. Es aplicable a todo: al deporte, a nuestros estudios, al trabajo, a nuestra vida en pareja… No conformarnos. Conformarse es una pequeña muerte. Nadie nace con este tan necesario hambre de superación, así que es una cuestión de marcarse objetivos, tener hábitos para cumplir esos objetivos y rodearnos de buena gente. Y, sobre todo, mantener el agradecimiento por las cosas de nuestra vida: cada mañana yo tengo la rutina de escribir las tres cosas por las que estoy agradecido del día anterior. Por difícil que haya sido, por oscuro que haya sido: hay que encontrar cosas por las que estar agradecido, porque si no hay agradecimiento estás construyendo desde la necesidad. Y no se puede construir desde la necesidad.