La victoria del hombre en invención constante
Por extraño que parezca, toda la gloria acumulada por el futbolista profesional lo encamina a la inevitable construcción de un trauma: el que provoca la retirada. A una edad temprana, cuando otras personas de la misma generación apenas están logrando asentarse en sus carreras y profesiones, el jugador se ve obligado a abandonar la ocupación que no sólo ha organizado su vida, sino que le ha dado sentido. MIGUEL PARDEZA nació en La Palma del Condado (Huelva) en 1965. A los 14 años abandonó su pueblo para integrarse en las categorías inferiores del Real Madrid, y en ellas inició un largo camino de éxitos encarnados en títulos (con el equipo blanco y también con el Real Zaragoza) e internacionalidades en todas las categorías, hasta disputar la Copa del Mundo de 1990 en Italia. En ese largo periodo de carrera deportiva estudió hasta el cuarto curso de Derecho y se licenció en Filología Hispánica. Además de alimentar su implacable voracidad de lector.
Tras su retiro como futbolista profesional de éxito, le sobrepuso la convicción de que en ese tránsito amargo hacia la vida real se ocultaba una gran oportunidad Clic para tuitearPara cuando se retiró, en su cabeza estaba el apunte de Jung (“La pérdida del reino prometido es la fuente primordial de las enfermedades mentales”). Pero le sobrepuso la convicción de que en ese tránsito amargo hacia la vida real se ocultaba una gran oportunidad. Ex director deportivo del Real Zaragoza y del Real Madrid, comentarista y colaborador en numerosos medios, estudioso y editor de la obra completa del periodista César González Ruano, colaborador en proyectos editoriales conjuntos y autor de una novela, ‘Torneo’, concebida en el ámbito de la ficción pero apoyada en la realidad de sus experiencias personales y profesionales, Miguel Pardeza vive convencido de que el hombre es una invención constante. Y que debemos tomar conciencia de la libertad como motor esencial de la experiencia vital humana, auxiliada por llamadas que deben ser atendidas: las de la imaginación, la creatividad, la valentía y la negación rotunda del miedo a esa palabra tan odiosa que es el fracaso.
Al final del camino siempre aguarda una victoria: la de la propia conciencia frente a las fuerzas que luchan a diario para imprimirnos afectos tristes, de impotencia y de derrota.