Muchas vidas por delante

Pamplona es una de nuestras cárceles favoritas. Hace menos de una década nunca hubiéramos imaginado arrancar una reseña con esta frase. Ingresar en prisión, aunque sea por un rato y de manera voluntaria, te cambia la mirada. Y te ayuda a relativizar las verdades absolutas, que muchas veces derivan en prejuicios, con las que intentamos mantener el equilibrio mientras vamos surfeando por la vida.
Nos gusta casi todo de ella. Salvo que se trata de un centro penitenciario, claro. El ambiente interior destila humanidad, tanto por las condiciones del lugar -es una presión de tamaño medio, no llega a los 400 internos, y las instalaciones se notan modernas- como por las relaciones humanas que se perciben.
Una vez al año, mediado el otoño, acostumbramos a visitarles y casi medio centenar de asistentes visten un salón de actos lleno de vida, del que se sientes orgullosos. Hace tiempo descubrimos que los mejores y más poderosos ecos de nuestra charla De los pies a la cabeza se viven entre este tipo de cuatro paredes, donde cada persona del público te hace sentir su agradecimiento por compartirle unas reflexiones que ojalá puedan ayudar a lo que más desean: reconstruir su vida

 

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