«No podemos vivir pasivos, como actores secundarios: si le pones consciencia a la vida, todo cambia»

Licenciada en Psicología Clínica y de la Salud -camino del doctorado- y licenciada en Antropología Sociocultural, el currículo académico de Julieta París es tan vasto como la extensión del terreno de juego en el que se mueve su actividad profesional: el cerebro humano. Es decir, el ser humano, si aplicamos la metonimia. Sus emociones, la construcción de la personalidad y de la persona. Julieta ha trabajado con niños, con adultos, con deportistas, con parejas, se ha afanado en la psicología de la salud antes y en el alto rendimiento deportivo ahora. «La vida es un deporte emocionante, y el deporte es un símbolo de la vida», dirá a lo largo de la charla. Su lema -«todo está conectado»- alude al fascinante continuo que conforman los hechos, las vidas y las personas. Nada tiene principio ni fin y por eso esta conversación, como el monólogo interno del intelecto, no se termina nunca. Julieta será una de las ponentes del evento multiconferencia De los Pies a la Cabeza.

  • ¿La vida es el deporte más duro?
  • Yo creo que sí, la vida es el deporte más duro y también el deporte más fascinante, el más emocionante. Y, además, es muy interesante verlo como un deporte, porque todos tenemos la mentalidad de que en los deportes hay que entrenarse. Y en cambio, a veces en la consulta veo que la gente vive su propia vida de una forma mucho más pasiva, dejándose hacer, dejándose llevar. Y sin darse cuenta de que hay habilidades que puedes fortalecer, preparar y entrenar. Y que las mismas características y facultades que aplicamos en el deporte podemos aplicarlas en la vida.
  • Aquello fue un reclamo publicitario, pero siempre nos pareció que ocultaba una auténtica verdad: el reto de competir contra uno mismo en ese desafío mayor que es la construcción de la propia persona.
  • Creo que es tal cual. El punto clave es ponerle consciencia a la vida. Es lo que hablábamos antes: cómo vivimos. Hay gente cuya actitud parece aquel anuncio que decía: nacen, crecen, se reproducen y mueren. La diferencia está en vivir una vida con consciencia, sabiendo que puedes coger las riendas, que puedes decidir qué caminos elegir, que tu rol en las decisiones es mucho más activo de lo que crees… Es vivir más con aceptación y con menos resignación. Si aplicamos esas claves, la historia cambia mucho. A otro nivel, a mí también siempre me ha gustado mucho decir, además de que la vida es un deporte, que el deporte es un símbolo de la vida: esto la gente lo ve muy claro. Cuando vemos a nivel sociológico lo que el deporte significa para la persona, lo que mueven los eventos deportivos… eso es una representación de cómo muchas cosas que suceden en el deporte suceden también en la vida y son clave para nosotros. Por ejemplo, que el marcador cambie de un segundo para otro, porque también la vida cambia de un segundo al siguiente. Caerse y levantarse, los obstáculos, entrenar… alguien que nace con las condiciones en contra también puede llegar a ser un deportista de éxito. La vida también da esas posibilidades. El camino se escribe, no está predestinado.
  • “Lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”, dijo Albert Camus. Digamos deporte, en general.
  • El deporte no solo moldea tu carácter, sino que también lo pone de manifiesto. Hace poco estuve con un ex deportista y hablando con él me enumeraba todas las virtudes que le había dado el remo: la perserverancia, la lucha, la responsabilidad, el tesón, la fuerza… La reacción a un momento crítico en el deporte, como en la vida, pone de manifiesto tu carácter. Y, a ese respecto, el deporte da mucha información.
  • Está bien que hagas esta defensa del deporte, porque hay una línea de pensamiento muy extendida que, en la educación, mira con recelo al deporte por lo que tiene de competición.
  • Como especies, competimos desde el que el mundo es mundo. Antropológicamente, la competición explica que tú y yo estemos aquí hablando, porque así funciona la evolución Se compite por la supervivencia, con otras tribus, con otras poblaciones. Hace ya 15 años, en un congreso en la Escuela Aragonesa del Deporte, presenté una ponencia de la educación a través de la competición. Soy una gran defensora de ello. En lugar de poner tantos esfuerzos en ignorarla, vamos a aliarnos con ella. A lo mejor competir con seis años es una barbaridad, pero conozco muy pocos deportes en los que se compita a esas edades. Y, sin embargo, si lo vemos desde las perspectivas de los niños, ellos ya compiten, a su manera. Yo tengo un niño de 5 años, va a escuela multi deporte, y yo lo veo que compite con otros niños y consigo mismo: en superarse, en tratar de repetir un movimiento o un gesto cuando le sale bien. Forma parte de su naturaleza. Lo que yo defiendo es que hay que educar en el perder, como se ha hecho siempre, pero estamos en ese momento social e histórico en el que también hay que enseñar a los chavales a ganar. También creo que hay que reflexionar mucho sobre un aspecto del que se habla menos: nuestra creencia de que la gente vive con miedo al fracaso… Es verdad que la hay, pero mucha otra tiene también muchísimo miedo al triunfo, a que las cosas le salgan bien, y para protegerse despliega mecanismos de sabotaje.
La demonización de la competición es un gran error. La competición forma parte de la vida: siempre se ha querido enseñar a perder, pero creo que en la sociedad de hoy necesitamos más aún aprender a ganar. Clic para tuitear
  • ¿Cómo funciona el miedo al éxito, cómo se manifiesta?
  • He visto muchos deportistas con miedo no a que las cosas les salieran mal, sino a que salieran bien… a ver cómo integraban el éxito en el resto de su vida. ¿Cómo se manifiesta? Hay veces que es miedo a la exposición pública, otras veces es miedo a la digestión y la gestión del éxito. Hay otro miedo más indirecto, que es el miedo a hacer daño a alguien del entorno. No siempre nuestro éxito beneficia a los que nos quieren. Hay veces que, inconscientemente, con el fracaso estoy protegiendo a quien quiero. Si triunfo y me seleccionan para irme a una selección o para jugar en otro sitio, eso afecta a la familia, la puede romper, incluso… En otros casos, el deportista matiza su éxito para no humillar a una persona querida que también compite, tal vez su hermano o hermana… Esto suele pasar mucho y en psicología se llama complejo de Jonás: tiene que ver con la historia en la que Jonás, para no tener que escuchar la llamada de Dios y lo que le va a decir, se esconde dentro de una ballena. Define a personas que tienen miedo al éxito. Lógicamente este es un miedo velado, nadie lo expresa de forma directa cuando viene a la consulta. Pero se manifiesta en los bloqueos, que las cosas no salen, que cuando están a punto ocurre algo… Ese miedo suele estar detrás.
  • Volviendo a la educación, de la que hablábamos antes: la cuestión no está tanto en la competición sino, entiendo, en la gestión que los padres hagan de esa competición con sus hijos, de qué manera la enfoquen.
  • Es importante subrayar otra vez que competición y humanidad van de la mano: la competición existe en todas las culturas, aunque sí es cierto que hay matices según las culturas y que en algunas se puede entender de forma más o menos agresiva que en otras. Pero, dicho esto, el joven deportista aprende a gestionar su relación con la competición a través de lo que hagan los padres y según como te hayan enseñado tus padres a enfocar la competición. Si lo primero que te preguntan es si has ganado, tu gestión de la competición será muy diferente de si tus padres te preguntan si te lo has pasado bien, si has disfrutado y aprendido. Los padres son determinantes en cómo los jóvenes interioricen estos aspectos.
  • Volvamos aún más atrás en la conversación. Porque hay una gran pregunta cuya respuesta quizás sea demasiado grande para este espacio, pero hay que hacerla: ¿Cómo se construye, desde la psicología, una persona, una personalidad?
  • No es imposible, pero sí muy potente. En realidad, cuando usamos la palabra personalidad, estamos fusionando diferentes conceptos. El ser humano, al nacer es una mezcla de temperamento, carácter y personalidad, porque a veces los mezclamos y equivocamos. Quedémonos con temperamento y personalidad. El temperamento viene de serie, es inamovible. De hecho hay mujeres que han vivido varios embarazos y ya, ante de que nazcan, ya saben cómo va a ser el hijo: «Éste va a ser más tranquilo, o más cabezón… lo que sea». Podemos pensar que hay una atribución por parte de la madre, pero lo cierto es que una parte de nuestra persona que viene de serie. Luego, en psicología y antropología siempre se ha debatido si la personalidad es genética o cultura. El poder del entorno es muy fuerte en la construcción de la personalidad, la salud, incluso de los aspectos físicos. Ahora se habla de epigenética, que es un punto intermedio: cómo la cultura va modelando la genética al punto de poder generar cambios que hasta no hace mucho se consideraban impensables. Con todo eso, para la construcción de la personalidad es determinante la vinculación del bebé con la madre. Hay una frase de Boris Cyrulnik, neurólogo francés, que me encanta: «El cerebro de un bebé es el reflejo del corazón de su madre». Eso supone que si el cerebro del bebé recibe la atención de una madre cariñosa, atenta, tranquila y segura, el bebé va a ser una persona segura. Y si la madre está triste, preocupada, estresada o pasando un duelo, el cerebro del niño será inseguro. La construcción del cerebro, de nuestra personalidad, depende de la seguridad o inseguridad emocional. Si en el cerebro del bebé predomina la seguridad, cuando sea adulto responderá a determinadas situaciones con seguridad y calma. Si lo que ha recibido en el primer vínculo es inseguridad, tendrá reacciones inseguras, emocionalmente airadas, desproporcionadas, muy poco serenas… Eso es muy resumido, pero serviría para explicarlo.
  • ¿Es posible la reconstrucción cuando ese trabajo inicial ha sido, digamos, fallido o incompleto?
  • Totalmente posible. La psicoterapia, al menos como yo la entiendo, profunda e integradora, que da importancia a lo emocional y no tanto a lo cognitivo… Yo intento comprender en qué momento del desarrollo de mi paciente algo no se grabó de forma natural, y lo que se grabó fue inseguridad, un trauma o una experiencia difícilmente asumible. Si me viene un paciente de, digamos, 40 años… a veces no trabajo con el hombre de 40, sino que lo hago con el chaval de 16, el niño de 8 o el que sea que vivió esa situación. Trabajo con las diferentes versiones que conviven dentro de él. Hay que saber a cuál de ellos te tienes que dirigir, y entonces es cuando haces magia. Es pura alquimia. Y la persona se transmuta en su mejor versión.
  • Hay gente que dice eso de «es que yo soy así», como si fuera una característica inamovible. ¿Es que no somos diferentes yoes sucesivos a lo largo de la vida, alrededor de un tronco común?
  • Ese pensamiento es muy peligroso. Mira, en la consulta yo tengo una pequeña colección de matrioshkas, y cuando viene un paciente le digo: mira, ha venido la última versión de ti, pero la herida que traes puede no ser de ahora. Puede que algo te haya pasado ahora, pero tu forma de reaccionar a lo que ha pasado ahora viene de antes. Y tenemos que ir al momento de su vida en el que aprendió a reaccionar como lo está haciendo ahora. Ese «Yo soy así» al que te refieres es una afirmación peligrosa, antihumana, porque niega la evolución, el crecimiento. No cambiamos, pero sí evolucionamos, crecemos. Esas son las palabras clave. La palabra cambio predispone a la gente a la defensiva.
  • Ir a un psicólogo: ¿Está superado el prejuicio?
  • Está desapareciendo bastante. La gente viene con mucha naturalidad. En Zaragoza creo que hay un poquito más de prejuicio que en Gerona, por ejemplo, eso lo he notado, a pesar de que sea una ciudad más pequeña. Ayer un paciente me dijo que venía al médico de los nervios. Me encantó esa forma de enfocarlo.
  • A lo mejor habría que llamarle coaching para la vida. Que son términos más en boga.
  • El coaching está muy desmerecido y a los psicólogos nos sale algo de sarpullido con eso. Se alimenta mucho de la psicología. La palabra inglesa, counselling, sería la palabra ideal: dar consejo. Aún hay gente que usa la palabra confesión, por ejemplo, medio en broma medio en serio, pero tiene una simbología fuerte. Yo creo que la gente viene a compartir, a conocerse, a comprender… Yo definiría así mi trabajo: ayudo a la gente a comprenderse. Comprenderse es un nivel más profundo que entenderse.
  • El diálogo con uno mismo y el autoconocimiento son claves básicas en la vida…
  • Hay que darse cuenta de que eres el protagonista de tu vida, no eres un actor secundario ni pasivo. No puedes elegir lo que te pasa, pero sí como reacciones a lo que te ocurre, como decía Viktor Frankl en su obra El hombre en busca de sentido. Javier Hernández es un gran ejemplo: no eligió nacer como nació, pero sí que ha elegido lo que ha hecho con su vida. Esto es muy profundo. A veces ahora se dice: «Elige qué emoción te quieres poner hoy». Y se me revuelven las tripas. Las emociones no se pueden elegir, porque son una respuesta adaptativa a las situaciones que nos suceden. No elegimos que una cosa nos afecte o no, no se le puede decir eso a la gente. Es como la psicología positiva y la felicidad: ahora la gente, además de no ser feliz, se siente culpable por ello. Eso pasa porque se les está diciendo que para ser feliz solamente tienen que querer ser felices. Y eso no es así. Hay otros aspectos anteriores que hay que pulir antes.
  • Has trabajado con niños, con adultos, con parejas, deportistas… ¿Hay alguna verdad transversal que sea común a todos a cualquier edad, circunstancia…?
  • Sí creo que la hay: alíneate contigo mismo. Esto puede sonar un poco metafísico. Pero es que todos, profunda o superficialmente, sabemos lo que nos gusta, lo que se nos da bien, lo que nos sienta bien hacer, lo que nos sienta mal… Cuando lo ignoramos y lo obviamos, nos salimos de nuestro eje, de nuestro camino. Cuando digo «alíneate» contigo mismo, estoy diciendo «céntrate en tu eje personal». Una persona alineada con sus pensamientos, con sus emociones, con sus conductas, que conecta con lo que se le da bien, con lo que le gusta, es una persona a la que todo en la vida le fluye. Es como afinar un violín. Cuando empiezo con un paciente, empiezo por ese trabajo. Si no lo hago, el proceso de psicoterapia va a ser improductivo desde el principio. Luego todo encaja.
  • Volvemos un poco al principio y a un principio de De los Pies a la Cabeza: ¿Dar la mejor versión de uno mismo no es una analogía del alto rendimiento al que aspira un deportista?
  • Es clave buscar esa versión. Socialmente vivimos comparándonos con los demás, y la comparación está abocada al fracaso porque los otros siempre nos parecen mejores de lo que son. No nos comparamos con algo real, sino con algo ideal, y eso es un camino infinito. La mejor versión de uno mismo tiene que ver con la aceptación. La gente confunde la aceptación con la resignación: la resignación te deja donde estás, mientras que la aceptación es decir que, a partir de las circunstancias, voy a crear el mejor escenario posible. Si alguien te viene a casa a cenar y solo tienes patatas y huevos, no puedes ponerte a pensar en lo que no tienes, sino en ver qué puedes cocinar con patatas y huevos. Es un ejemplo tonto, pero es así de gráfico.
  • Acabemos comentando algunas frases que presentas. «Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante», escribió Walt Whitman.
  • En psicología, esa es una consigna muy útil. El sufrimiento no se evita, el sufrimiento se atraviesa. Disfruta el pánico es una manera de aceptar la situación que vives y sacar lo mejor de esa situación.
  • Y esta otra, de Pessoa: «No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo«.
  • Me gusta muchísimo Pessoa. Esa frase es el signo de la equipotencialidad: cómo desde un mismo punto de origen, las potencialidades son infinitas. Reescribe tu futuro, el guion de tu vida, y hazlo de forma constante porque eres infinito…
  • Y para acabar, una de Julieta París: «Todo está conectado».
  • Hay una parte de mi trabajo que es el trabajo en compasión, meditación y mindfulness… Esto puedo referirlo a las personas y en los acontecimientos. Cuando me refiero a las personas, significa que el otro somos nosotros en algún otro momento de nuestras vidas. Y si pudiéramos tratar al otro como nos tratamos a nosotros mismos, todo sería muy diferente. Este pensamiento me reconcilia con lo que me rodea, es una lección de humildad que me serena mucho. Y, por otro lado, este concepto de interconexión se parece al concepto de Steve Jobs en su discurso de Stanford: todo lo que haces hoy tiene consecuencias que no te puedes imaginar. Por eso hay que poner atención a cada cosa que haces hoy, porque todo va a tener consecuencias. En una perspectiva profunda, algo que te está ocurriendo hoy te puedes preguntar: ¿Cuándo empezó? ¿Cómo y por qué empezó? ¿Dónde lo hizo? ¿Cuando empieza tu vida? ¿Cuando naces? ¿Cuando se conocieron tus padres? ¿Cuándo? Esos pensamientos no tienen fin. Y el no poder delimitar eso me parece un símbolo de que todo está conectado.
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